1 CORINTIOS /LA DINÁMICA DEL CRECIMIENTO/ 1 CORINTIOS 3: 5-15



Así que ni el que planta ni el que riega cuentan para nada; Dios, que hace crecer, es el que cuenta. (1 Corintios 3:7)


Creo que hay lecciones que uno sólo las aprende con el paso del tiempo. Me refiero a aprenderlas de forma real, no únicamente de modo teórico, sino de forma experimental, en la propia realidad de uno mismo. Que Dios es el único que puede producir cambios en la vida de las personas es una de ellas.

No era hace mucho tiempo cuando -a pesar de conocer esa verdad bíblica- estaba convencido de que era mi responsabilidad a través de la persuasión, la insistencia, la creatividad, los recursos, la didáctica y una buena pedagogía el que podía producir un impacto en la vida de las personas con las que trabajaba y, consecuentemente, un cambio.

La realidad, que es muy terca, se encargó de demostrarme que eso no era así y que a pesar de todos mis esfuerzos no se producían los resultados que yo esperaba y, seamos honestos, consideraba que merecía. El resultado natural fue sentir más y más frustración por la falta de resultados en las vidas de las personas y, como sentía que era mi deber producirlos, esforzarme más y más aumentando de ese modo la espiral de la frustración.

Ya he aprendido la lección -lo aseguro-. Sigo, de todos modos, formándome, añadiendo más capacitación a la mucha que ya tengo, perfeccionando todos mis métodos y tratando de ser lo más didáctico y creativo posible, sin embargo, lo hago todo con la clara conciencia de que nada de lo que yo haga producirá ningún resultado si el Espíritu de Dios no está dando y produciendo el fruto en la vida de los recipientes de mis enseñanzas y capacitación. Eso me produce una gran paz. La paz de saber que yo debo de esforzarme por hacer bien, de hecho, lo mejor posible mi trabajo y, al mismo tiempo, dejando todos los resultados en las manos del Señor. Esta comprensión, puedo asegurar, ha cambiado enormemente mi acercamiento al ministerio.


¿Cómo puede cambiar el tuyo?





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