ROMANOS/ GUÍA PRÁCTICA PARA LA VIDA COTIDIANA 14/ SIN VENGANZAS/ ROMANOS 12:19 y 20



Y no os toméis la justicia por vuestra mano queridos míos; dejad que sea Dios quien castigue, según dice la Escritura: A mí me corresponde castigar; yo daré a cada uno su merecido -dice el Señor-. A ti, en cambio, te dice: Si tu enemigo tiene hambre, dale de comer; si tiene sed, dale de beber. Así harás que su cara enrojezca de vergüenza. (Romanos 12:19 y 20)


Cuando uno se acerca a este tema ha de tener en cuenta muy claramente quién es su audiencia principal, a quién uno trata de agradar en esta vida, de quién esperamos aprobación. Porque hay cosas que claman, si no por venganza, al menos por una justa retribución. Hemos vivido y experimentado dolor y sufrimiento inflingido por otros ante lo cual el cuerpo nos pide devolver y pagar con la misma moneda, darle al otro un poco de su propia medicina, que entienda lo que nosotros hemos tenido que vivir y experimentar. De hecho, yo diría, que el sentimiento de venganza, al menos primariamente, nace de un sentido de la justicia que debe ser satisfecho.

Ahora bien, una vez más, el Señor nos pide que actuemos de una forma radicalmente diferente, devolviendo bien por mal. No dándole al ofensor lo que merece sino, antes al contrario, si está en nuestra mano, dándole lo contrario de lo que merece, tratándolo con gracia en vez de hacerlo con justicia. Eso es prácticamente imposible a no ser que tengamos claro que nuestra única audiencia es Jesús. No podemos hacerlo a menos que a quien busquemos agradar, de quien busquemos aprobación, quien su opinión realmente nos importe más que cualquier otra cosa sea Jesús.

Yo me imagino gráficamente la situación. Yo le devuelvo -en la medida de lo que me ha sido posible- bien a mi enemigo a cambio del mal hecho. Soy consciente que todo el universo, Dios, Jesús, sus ángeles, todos los principados y potestades están mirando la escena y pendientes de lo que estoy haciendo. Jesús mira al Padre con una profunda satisfacción y dice: ¿Has visto cómo Félix cada vez se parece más a mí? ¡Me siento profundamente orgulloso de él!

Eso es lo que significa para mí vivir teniendo a Jesús como mi primera y principal audiencia. 


¿Quién es tu principal audiencia?

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