SEGUNDA CARTA DE PABLO A LOS CRISTIANOS DE CORINTO/ ENTREGA PERSONAL/ 8:1-15



Ahora, hermanos, queremos contarles cómo se ha mostrado la bondad de Dios en las iglesias de Macedonia. A pesar de las pruebas por las que han tenido que pasar, son muy felices; y a pesar de ser muy pobres, sus ofrendas han sido tan generosas como si fueran ricos. Yo soy testigo de que han ofrendado espontáneamente según sus posibilidades, y aun más allá de ellas. Por su propia iniciativa nos rogaron mucho que les permitiéramos tomar parte en esta ayuda para el pueblo de Dios. Y hasta hicieron más de lo que esperábamos, pues se ofrendaron a sí mismos, primero al Señor y luego a nosotros, conforme a la voluntad de Dios. (2 Corintios 8:1-5)


En el capítulo ocho el apóstol introduce el tema de la ayuda económica para los seguidores de Jesús que vivían en la zona de Judea. Pablo está animando a los corintios a que contribuyan de manera generosa a la misma y, para motivarlos, les pone el ejemplo de sus hermanos en la fe de la ciudad de Filipos en Macedonia.

Resultó que, a pesar de su pobreza y dificultades económicas, los macedonios habían sido extremadamente generosos en sus ofrendas, se habían ofendido porque al principio Pablo no había contado con ellos, precisamente debido a su situación de necesidad y, finalmente, habían considerado un auténtico privilegio el poder participar ¡Menuda gente! Son los miembros que uno quisiera tener en cualquier congregación.

La clave de esta gente era su ofrenda, su entrega, su compromiso personal con el Señor, de ahí fluía todo lo demás. Cuando los seguidores de Jesús no damos de nuestro tiempo, de nuestro dinero, cuando no nos entregamos al necesitado, cuando no estamos sensibles a lo que pasa en este mundo roto, cuando ser agentes de restauración no pasa de ser una frase bonita, todo ello es única y simplemente un síntoma de un problema más profundo, la falta de entrega al Señor. Porque cuando esto último es real, todo lo demás fluye, con más o menos esfuerzo, pero fluye.

Dicho de otro modo, nuestra agenda y nuestro bolsillo sólo ponen de manifiesto el estado de nuestro corazón.

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