ÉXODO PARTE I/LA SALIDA DE EGIPTO/CAPÍTULO 5



Y les dijeron [a Moisés y Aarón]: ¡Que el Señor juzgue y sentencie! Por culpa vuestra el faraón y su corte nos odian. Han puesto en su mano la espada para que nos maten.

Esta fue la queja que los ancianos de Israel presentaron a Moisés y Aarón cuando después de que estos expresaran al monarca la voluntad de Dios, este respondió endureciendo las condiciones de vida de los hebreos.

No debería ser una sorpresa. Ya el apóstol Pablo afirmó que todo aquel que quiera vivir de forma que agrade a Dios sufrirá persecución y, Jesús, a quien seguimos, es el epítome del sufrimiento por causa de querer hacer la voluntad del Padre.

Sufrir debe formar parte del vocabulario del seguimiento de Jesús. Todo aquel que desee llevar a cabo ese camino de discipulado debe estar dispuesto y listo a asumirlo. Son muchas las referencias que en los evangelios nos explican esta realidad.

Pensando en mi propia experiencia de seguimiento de Jesús veo que sufrir siempre es difícil pues, como ya indicaba en otra ocasión, el sufrimiento no es algo para lo que estábamos diseñados, es una consecuencia del pecado. Ahora bien, optar voluntariamente por el sufrimiento porque deseamos agradar al Padre y hacer su voluntad sólo es posible cuando hay una clara y profunda comprensión de la gracia de Dios hacia nosotros y cuando la búsqueda de la satisfacción del Padre es más importante que cualquier otra cosa.

No me importa, personalmente, optar por el sufrimiento para hacer la voluntad del Señor, y lo hago, no porque Dios me lo exija o disfrute sádicamente cuando lo hago, sino porque el hacer su voluntad me agrada y su gracia lo hace merecedor.



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