SALMO 32. PERDÓN

¡Feliz el que está absuelto de su culpa,
a quien le han enterrado su pecado!
¡Feliz el hombre a quien el Señor
no le imputa el delito
y en cuya conciencia no hay engaño!

Te declaré mi pecado.
No te encubrí mi delito;
propuse confesarme
de mis delitos al Señor,
y Tú perdonaste
mi culpa y mi pecado.

El salmo 32 es la oración de un pecador que ha experimentado el privilegio de sentirse perdonado después de haber confesado su pecado a pesar de no merecer ningún tipo de perdón de parte de Dios.

El salmo, realista como todos los otros explica la experiencia del poeta de intentar ocultar su pecado del Señor y pretender que no existía. David narra como las consecuencias de su pecado le llevaron al punto de no poder resistir más y precisar el perdón del Señor, algo que este, graciosamente le otorgó.

Ni que decir tiene que este salmo es muy cercano a mi experiencia y a mi vida. Si hay algo que valoro de Dios es su perdón, su amor incondicional, su persistencia en continuar amándome una y otra vez a pesar de mi inconsistencia como seguidor de Jesús.

Si hay algo que me asquea del pecado es ese sentido de estar traicionando al Señor, de pagarle con desprecio su amor por mí. Este poema es para pecadores como yo, para aquellos que en su seguimiento de Jesús, el Maestro, tienen que enfrentar una vida inconsistente donde el pecado está presente, pero también lo está el perdón.

Un principio

Dios me invita a acercarme a Él con mi realidad y experimentar su perdón.

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