SED DE SIGNIFICADO

JUAN 4:1-42

Hoy he comenzado el día leyendo el encuentro de Jesús con la mujer samaritana. Habría muchas consideraciones que hacer acerca del pasaje y de cómo Jesús rompe las barreras raciales, culturales y de genero, habla con una mujer, además samaritana y además notable por su mala reputación y, por si fuera poco, es a la primera persona a la que le revela su condición de Mesías.

Todo eso es digno de señalar, por supuesto, pero no ha sido lo que más ha llamado mi atención. Lo han hecho las palabras que Jesús le dirigió a aquella mujer:

Todo el que bebe de esta agua volverá a tener sed;
en cambio, el que beba del agua que yo quiero darle, nunca más volverá a tener sed. Porque el agua que yo quiero darle se convertirá en su interior en un manantial capaz de dar vida eterna.

Es evidente que Jesús no habla de la sed física. Lo hace acerca de una sed más profunda, la sed de sentido, de propósito, de significado en nuestras vidas. Yo tengo ese tipo de sed y tengo una profunda necesidad de satisfacerla. Todo ser humano experimenta ese mismo tipo de sed y cada uno de nosotros desarrollamos nuestras propias estrategias para intentar calmarla.

Reconozco que no siempre sigo el consejo de Jesús y, en ocasiones, intento satisfacer esa sed tan profunda con sucedáneos que, verdaderamente, calman mi sed de forma temporal, nunca definitiva y lo que es peor, me dejan con una gran sensación de vacío posterior.

El reto para mi es volver una y otra vez a Jesús, la fuente de agua viva que puede de forma profunda calmar mi sed.

Un principio

Hay muchas fuentes que sólo pueden calmar de forma temporal y después dejan un sed aún más profunda.

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