JUSTICIA Y SANTIDAD


La lectura de Deuteronomio me ha llevado a varios capítulos en los que se habla acerca de actuar de manera justa. Las recomendaciones dadas por Dios en estos fragmentos son muy variadas y van desde el mantenimiento del nombre de las familias hasta el cuidado de los pobres, huérfanos y viudas, todo ello pasando por mandamientos relacionados con la siega, relaciones de pareja y ejercer justicia e integridad en los juicios y el uso de pesos y medidas que no sean fraudulentas, Porque quien practica el fraude y la estafa es abominable para el Señor tu Dios.

Los pensamientos que estas lecturas han traído a mi mente no son nuevos, sin embargo, creo que es muy importante para mí no olvidarlos. Mi tradición evangélica hace mucho énfasis en la santidad de Dios. Hemos recalcado enormemente este aspecto de su carácter y, como consecuencia, todo lo relacionado con la moral ha adquirido una dimensión muy importante. Los pecados relacionados con la moral, especialmente la sexual, son gravísimos porque son un atentado directo, así lo percibimos, contra la santidad de Dios.

Pero hemos olvidado que carácter justo de Dios. Nuestro Señor es tan justo como santo y, consecuentemente, todos los pecados relacionados con la opresión, la injusticia, el maltrato de otros seres humanos, el abuso de poder, la corrupción en la dispensación de justicia y un largo etcétera, son un ataque directo al carácter justo de nuestro Dios y, tal y como la Biblia indica, son una abominación ante Él.

No se trata de menoscabar o quitarle importancia al carácter santo de Dios, se trata de ampliar nuestra sesgada visión de Él añadiendo esta importante dimensión de su carácter justo, al menos, tan importante como el anterior.

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