¿HAY QUE DEFENDER A DIOS?
¿Falseáis la realidad por defender a Dios y sois capaces de mentir por Él? ¿Tratáis por ventura de excusarlo y disputáis acaso a su favor? (Job 13:7 y 8)
En el libro de Job nosotros somos observadores. Tenemos una perspectiva que ni el patriarca ni sus amigos tenían. Nosotros sabemos, como él, que su dolor es injusto. Lo proclama y se reivindica ante Dios. Sus compañeros como buenos religioso y conocedores de la verdad lo acusan de ser un pecador y sufrir justamente por sus faltas, delitos y pecados. En sus mentes no pueden concebir que Dios permita que un inocente sufra. Es de todos sabido que la desgracia es consecuencia del pecado. Por tanto, hay que defender al Señor puesto que si Él no falla, la deducción es sencilla, quien falla es Job.
Ante lo incomprensible, lo injusto, lo que carece de sentido, lo inexplicable, he visto a muchos creyentes bienintencionados defender al Señor y con ello no han hecho -como los amigos de Job- añadir más sufrimiento al que ya lo está pasando mal. Si tus hijos se han apartado de la fe algo habrás hecho mal porque la Biblia afirma que si enseñas al niño desde su niñez nunca se apartará del camino del Señor. Yo he visto muchos apartados. Joven fui y he envejecido y no he visto justo desamparado. Puedo afirmar que los desamparados, perseguidos y que viven en pobreza se cuentan por millones.
Cuando la realidad golpea, cuando lo inexplicable llega a nuestras vidas, cuando nos sentimos injustamente tratados por la vida, o seamos honestos, golpeados por Dios. Siempre aparecerá el defensor del Señor, como si Él precisara de defensa. Aquel que tratará de justificar lo que no se puede justificar. Tal vez lo que necesitamos es entender y aprender a vivir en el misterio. Asumir que forma parte de nuestra realidad como hijos del Padre. Aceptar que hay realidades que nos desbordan y son inexplicables y que ante ellas solo nos queda el abandono en el Señor recordando que es amor y nos ama profundamente.

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