EL CRISTIANO Y LA LEY III
Así que, concluyendo, por una parte mi razón me inclina a servir a Dios; por otra, mis desordenados apetitos me tienen esclavizado a la ley del pecado. (Romanos 7:25)
Recordemos que el contexto del pasaje es la relación del seguidor de Jesús con la ley. No hay que olvidar que una de las consecuencias nefastas que el pecado ha producido en la experiencia humana ha sido una ruptura interior. Somos seres rotos, divididos, fragmentados que vivimos en constante contradicción. Todavía -aunque afectada y deformada- conservamos la imagen de Dios y, consecuentemente, tenemos la capacidad de distinguir entre el bien y el mal, lo correcto y lo incorrecto, lo bueno y lo malo. Pero, por otra parte, vivimos una realidad en la que optamos por el mal aun sabiendo clara y meridianamente que no es aquello que deberíamos hacer.
Esta contradicción, esta lucha interna nos acompañará el resto de nuestros días y, precisamente, el seguimiento del Maestro consiste -entre otras cosas- en dejar que poco a poco, día a día, sin prisa pero sin pausa, Él vaya uniendo las partes rotas de nuestra realidad como seres humanos, en ir superando esa contradicción, en vivir más de acuerdo a su voluntad y menos a la nuestra.
Miente quien diga que ese proceso se puede ver culminado en la tierra. Ahora somos libres de las consecuencias legales del pecado -ya no nos puede condenar- pero no lo somos aún de su presencia en nuestras vidas. Ya lo afirmaba bien Pablo cuando afirmaba que aún no era perfecto, aún no lo había alcanzado. Sin embargo, proseguía hacia la meta. La cuestión es nunca parar.
¿Qué evidencias ves en tu vida de ese proceso restaurador?
Una relación diaria con el Creador que me lleva a mirar la vida con los ojos espirituales.
ResponderEliminarTrato de ir creciendo más en esta relación diaria con Dios.
Y trato de aplicarla en mis relaciones con los que me rodean.