2 CORINTIOS/ SOBRE EL DAR, EPISODIO 1/ 2 CORINTIOS 8
Y más allá de nuestras expectativas, ellos mismos se ofrecieron en persona, primero al Señor y luego a nosotros, ya que esta era la voluntad de Dios. (2 Corintios 8:5)
La iglesia de Jerusalén estaba pasando por una situación económica de extrema dificultad. Pablo se propuso levantar una ofrenda para los necesitados de aquella comunidad entre las iglesias de origen no judío. Este es el trasfondo de los capítulos 8 y 9 de la carta. Por medio de los mismos el apóstol nos comparte una buena serie de principios acerca del dar nuestros recursos y que, a lo largo, de las próximas reflexiones iremos viendo.
El primer principio: DARSE UNO MISMO. Pablo indica que los filipenses -a quien el apóstol usa como ejemplo de dadores- antes de entregar dinero, en primer lugar, se dieron ellos a sí mismos al Señor. Esto es muy importante porque la conversión de mi bolsillo es solamente una muestra de la conversión de mi corazón. Puesto que Jesús reclama el señorío sobre todas y cada una de las dimensiones de nuestra vida -incluida la económica- el ofrendar y el dar es una señal evidente de cuán genuina es mi entrega al Maestro.
Dicho de otro modo, mi falta de compromiso económico con el Reino de Dios puede ser una muestra evidente de mi falta de compromiso con el Reino en general. La economía es únicamente un síntoma, una evidencia de algo no está funcionando bien en mi seguimiento de Jesús. Cuando Él toma el señorío de nuestra vida esto se plasma de forma automática en una manera diferente de ver y abordar el tema económico. Uno es consciente que el dinero, como el resto de las dimensiones, no le pertenecen, ya son propiedad de Él y deben ser usados y orientados en función de su voluntad y el Reino.
¿Qué muestra tu bolsillo acerca de tu corazón?
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