OSEAS/ GRACIA/ OSEAS 3
El Señor me dijo: -Vete de nuevo y ama a una mujer amada por otro y adúltera, porque así también el Señor ama a los israelitas, aunque ellos se vuelven a otros dioses y saborean los pasteles de pasas (Oseas 3:1)
Una de las acusaciones -no sin fundamento- que recibimos con más frecuencia los seguidores de Jesús es la de nuestra actitud de juicio y condena hacia otras personas. Despreciamos y juzgamos a colectivos e individuos porque sus formas de pensar y vivir no se ajustan a lo que la Palabra de Dios enseña o pensamos que enseña. Esta falta de compasión y misericordia hacia el pecador hace que muchas personas se alejen de nosotros y, consecuentemente, encuentren barreras en su viaje espiritual.
Siempre he pensado que esto se debe a que con demasiada frecuencia los cristianos olvidamos nuestros orígenes, quiénes somos y de dónde venimos. Este pasaje, aunque se refiere a Israel, aplica perfectamente a la iglesia y su descripción encaja perfectamente con lo que somos todos nosotros, adúlteros, personas que vivíamos al margen del Señor que buscábamos o, en muchos casos, seguimos buscando nuestra realización y satisfacción al margen de Él, y que si hemos sido aceptados en una relación con Dios ha sido por pura gracia y misericordia, sin que hubiera o haya nada en nosotros que nos hiciera o haga dignos de la condición que hemos alcanzados y gozamos.
Olvidar nuestra condición de adúlteros, de antiguas prostitutas y prostitutos, nos lleva a rechazar a aquellos que están en la misma condición que estábamos nosotros y, cuyo único delito, es que todavía no han entendido y/o experimentado la gracia de Dios y su capacidad de perdonar y transformar. Olvidar nuestra condición nos hace ser inmisericordes y poco compasivos con aquellos que viven en pecado, como si nuestro estado actual fuera fruto de nuestra justicia y no de la gracia.
Pienso que cuando tengamos la tentación de juzgar -Dios es el único con poder, autoridad y derecho para hacerlo- condenar o rechazar, nos veamos reflejados en esa persona y/o colectivo y apliquemos la gracia que se nos aplicó a nosotros. La gracia, para que nadie se asuste, no ignora el pecado, actúa con amor incondicional por encima de Él.
¿Has olvidado tu origen? ¿A quién debes aplicarle la gracia que se te aplicó a ti?
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