JESÚS/ EXILIADO/ MATEO 2:13-23



José se levantó, tomó al niño y a la madre en plena noche y partió con ellos camino de Egipto. (Mateo 2:14)


Según las Naciones Unidas en el mundo hay más de cincuenta millones de personas desplazadas. No estamos hablando de emigrantes por motivos económicos, es decir, aquellos que han marchado a otro país buscando una mejor oportunidad para ellos y sus familias, sino de personas que han tenido que abandonar sus hogares debido a problemas políticos, religiosos, étnicos, guerra o una mezcla de todos ellos. 

Jesús fue un desplazado, un exiliado por motivos políticos. Así es, el pasaje de Mateo nos cuenta que para evitar la muerte y advertido por un sueño José tuvo que exiliarse en Egipto pues Herodes, el rey, buscaba a Jesús para asesinarlo.

Para mí de esto se deducen dos cosas muy importantes. La primera es la capacidad de Jesús de entender, identificarse y sufrir con aquellos que, como Él, han sufrido o sufren la forzosa y dura realidad de verse desplazados, a menudo, en condiciones inhumanas fuera de sus hogares en países extraños y, con frecuencia, hostiles al refugiado. 

La segunda es la necesidad de que sus seguidores desarrollemos más misericordia y compasión hacia los desplazados y en ellos sepamos y aprendamos a ver al Jesús desplazado. Nosotros seguimos a un Dios que sufrió en sus propias carnes la realidad de ser un refugiado, alguien que tuvo que huir y sufrir, una vez más, de forma injusta, sólo por haber nacido. 

La humanidad de Jesús es la que le da autoridad para ser nuestro salvador.

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