SALMO 104. PROVIDENCIA

Bendice, alma mía, al Señor. Señor, Dios mío, cuán grande eres; Te has vestido de esplendor y de majestad, cubriéndote de luz como un manto, extendiendo los cielos como una cortina.
Este salmo es una invitación a bendecir al Señor y para que podamos hacerlo en el poema se nos dan gran cantidad de razones que pueden ser agrupadas en dos grandes categorías. La primera de ellas es toda la intervención del Dios creador y, por tanto, su acción creadora sobre todo el universo.
La segunda razón es la providencia del Señor sobre todos los seres vivientes incluyendo los animales y el ser humano. El poeta explica cómo gracias a esta providencia divina todos nosotros vivimos, somos y existimos.
Después de habernos dados todas estas razones, la creación y la providencia, el salmista nos invita nuevamente a poder alabar y bendecir al Señor. Motivos nos ha dado para ello. De este modo concluye el salmo.
Después de leer el salmo me he parado a pensar en todas las cosas que tengo, todas las experiencias que a lo largo de mi vida he podido vivir y disfrutar, de todas las situaciones en las que he estado y me he dado cuenta de cuán grande la providencia de Dios ha sido conmigo.
También me he dado cuenta de cuán fácilmente puedo olvidarme de todo esto y centrarme en mis carencias, lo que no tengo y pienso que necesitaría tener, lo que no he podido vivir o experimentar, lo que no he podido conseguir y, consecuentemente, sentirme miserable y no disfrutar de lo que la providencia me ha dado.
Hasta cierto punto existe una insatisfacción permanente en todos nosotros, fruto del pecado, de nuestro alejamiento de Dios. Una insatisfacción que puede impedirnos disfrutar de lo que Dios nos ha concedido al centrarnos en aquello que no tenemos y no está a nuestra disposición.
El reto, para mí, es reconocer, agradecer y celebrar la providencia de Dios y saber vivir centrada en ella.
Un principio
Celebrar la providencia, no centrarse en las carencias.
Una oración
Orar por la evangelización de Cuba
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