MALTRATO


Sigo leyendo el libro de Jueces y he seguido con la historia de Gedeón. Los capítulos que he leído narrán la liberación de Israel del yugo de los madianitas. La victoria, gracias a la intervención del Señor fue fabulosa y acabó con la total destrucción del enemigo.

Sin embargo, lo que me ha llamado la atención ha sido la poca colaboración que Gedeón recibió del pueblo de Israel y como fue, realmente, maltratado por su propia gente cuando estaba trabajando para ellos y liberándolos de la opresión de Madian.

El primer enfrentamiento lo encuentro en el capítulo 8 versículo 1, ¿Qué nos has hecho? ¿Cómo no has contado con nosotros cuando has ido a combatir contra Madían? La única preocupación de Efraín era no haber contribuido a la batalla en la forma en que ellos hubieran querido. Gedéon les pidió que cortarán la retirada de los madianitas pero aquello no pareció ser suficientemente importante para ellos.

El segundo maltrato vino de parte de la gente de Sucot. Gedeón iba persiguiendo a los restos del ejército de Madián y pidió ayuda a aquella gente para que alimentaran a su agotado ejército. La respuesta de aquellos que estaban siendo liberados por aquel mismo ejército fue, ¿Acaso tienes ya en tu poder a Cébaj y a Salmuná para que suministremos pan a tu ejército?

El tercer maltrato vino de los habitantes de Penuel. La petición por parte de Gedeón fue la misma y la respuesta de la gente de Penuel la misma que la gente de Sucot.

La historia de Josué acaba con las siguientes palabras escritas por el anónimo autor del libro de Jueces, Los israelitas... no fueron agradecidos con la casa de Gedeón, a pesar de todo el bien que había hecho a Israel. (Jueces 8:35)

Esta historia me ha hecho pensar cuan a menudo los cristianos tratamos de manera incorrecta a la gente que nos está sirviendo y nos está ayudando. Este maltrato, tan claramente reflejado en la historia de Gedeón se repite una y otra vez en la vida de tantos líderes que son maltratados por tantos cristianos que, en vez de apoyar, nos dedicamos a poner palos en las ruedas de aquellos que tratan de servirnos o, lo que es peor, simplemente no sabemos ser agradecidos con aquellos que nos han hecho bien.

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