EL DIOS AUSENTE
Me voy a Oriente y no está allí; a Occidente y no puedo distinguirlo; se oculta en el Norte y no lo veo; escondido en el Sur no lo descubro. (Job 23:8-9)
Así expresa Job la sensación de la ausencia del Señor. Pareciera que Él es indiferente a nuestro estado, a nuestra realidad. En casos extremos incluso puede dar la impresión de que nos ha abandonado; así lo experimentó y expresó el propio Jesús.
Desde hace ya tres o cuatro años esta sensación ha estado muy presente en mi vida. La ausencia de emocionalidad en mi relación con Él. No sentir, no experimentar. Al principio pensé que algo estaba mal en mi relación con Él, que tal vez ese vacío se debía a pecado en mi vida. Pero el examen honesto del corazón no reveló ningún obstáculo. La persistencia de ese estado me llevó a plantearme si tal vez estaba atravesando una crisis de fe. Se supone -porque así nos lo transmite la espiritualidad popular- que debemos estar todo el día eufóricos en nuestro caminar con Dios y, especialmente, cuando estamos en nuestros locales de reunión. Pero no, Dios sigue siendo la columna vertebral de mi proyecto vital, no concibo la vida sin Él.
Dos cosas me ayudan en este nuevo estado vital. Primera, ando por fe -confianza- no por vista -emociones-. Dios está ahí, presente, fiel y comprometido conmigo, tanto si lo experimento como si no. Segunda, las palabras que Pedro le dijo al Maestro: tú sabes todas las cosas, tú sabes que te amo. Así pues, cuando el sentimiento de ausencia se hace presente recuerdo que no hay nada malo conmigo, que ando por fe y que Él sabe que lo amo.
¿Te has sentido así?

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