MÁS, ECLESIASTÉS
Prosperé y superé a todos mis predecesores en Jerusalén... No negué a mis ojos nada de cuanto deseaban, ni me privé de alegría alguna... Entonces reflexioné sobre todas mis obras y sobre la fatiga que me habían costado, y concluí que todo era ilusión y vano afán, pues no se saca ninguna ganancia bajo el sol. (Eclesiastés 2:9-11)
No existe ni un ser humano que no aspire a ser feliz. Esto, sin embargo, plantea muchas preguntas ¿Qué es realmente la felicidad? ¿Cómo se obtiene? ¿Es una experiencia o un estado? ¿Por qué es tan elusiva la felicidad? ¿Por que, a juzgar por lo vemos a nuestro alrededor es tan difícil ser feliz? Junto a esta aspiración universal a ser felices nos encontramos con la realidad de que cada persona la vincula a cosas diferentes.
El escritor de Eclesiastés en su búsqueda de felicidad optó por el dinero y todo aquello que puede comprar y su reflexión y conclusión queda claramente expresada a lo largo del capítulo 2, ¡Al final, tampoco otorga lo que promete! Al leerlo vino a mi mente las palabras de Blas Pascal: "En el corazón de todo hombre existe un vacío que tiene la forma de Dios. Este vacío no puede ser llenado por ninguna cosa creada."
Decía Einstein que locura es pretender obtener resultados diferentes haciendo las mismas cosas. Así somos los seres humanos.
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