CUARESMA, DÍA 36
El Señor sana a los de corazón dolido y venda sus heridas. (Salmo 147:3)
En la Escritura el corazón no tiene nada que ver con las emociones, es el centro de control, es el generador y administrador de nuestro proyecto vital. ¿Qué sería, por tanto, un corazón herido? Según mi humilde opinión sería aquel que está fragmentado, porque ha sido golpeado por la vida. Son innumerables las situaciones sobre las que carecemos del más mínimo control y que nos afectan y dañan nuestra vida. Hay relaciones que pensábamos eran de un modo y han resultado ser de otro y nos han producido dolor.
¿Cómo es la terapia del Señor para el corazón? Mi experiencia me dice que lo primero es aceptar y reconocer nuestro dolor, ponerle nombre y apellidos, entender que, tan si es legítimo como si no lo es, el dolor y las heridas son reales. El segundo es llevarlo una y otra vez ante Dios, abocar sobre Él todo el dolor y el sufrimiento hasta que quede limpio y podamos experimentar su amor y consuelo.
La Cuaresma es una buena oportunidad para dejar que Jesús sane el corazón.
Comentarios
Publicar un comentario