CUARESMA DÍA 3
Y dejándolo todo, se levantó y le siguió. —Lucas 5:28
Los padres y madres del desierto fueron un movimiento radical dentro del cristianismo del siglo IV después de que la fe cristiana se convirtiera en la religión oficial del estado.
Aquellos hombres y mujeres buscaron en la soledad del desierto la comunión y el en- cuentro con Dios que la nueva realidad religiosa no les permitía llevar a cabo en el con- texto de las ciudades y en unas iglesias ahora llenas de cristianos nominales.
Su estilo de vida radical les llevó a dejar todo, absolutamente todo lo material, toda clase de bienes y posesiones personales para concentrarse en el seguimiento y en la comunión con Jesús. Esta misma idea de dejar lo material aparece en los orígenes del movimiento monástico y es claramente visible en la orden benedictina y en su conocida Regla escrita en el siglo VI por Benito de Nursia.
Todos estos hombres y mujeres pensaban que aferrarse a las posesiones de este mundo era una especie de servidumbre, algo que nos ata, que nos puede impedir el seguimiento del Maestro.
No estoy haciendo una defensa de esa radicalidad, aunque la entiendo y respeto. Para mí, personalmente, la reflexión de hoy me lleva a pensar en cuál o cuáles son las cosas a las que me aferro y me impiden seguir al Maestro. De nuevo, no necesariamente han de ser cosas malas en sí mismas, o tal vez sí, sino de aquellas cosas o personas que veo que estoy tan ligado a las mismas que no puedo marchar hacia adelante y seguirle el paso a Jesús, o bien porque no puedo desatarme de ellas, o bien porque representan un lastre que me hacen ir demasiado lento.
Estoy seguro que al pensar en esto de forma automática vienen a nuestra mente cosas que deberíamos de dejar y al pensar en las mismas ya comenzamos a experimentar un cierto, por leve que sea, conflicto interior. Bien, esa es una señal que estamos atados y, como decían los padres y madres del desierto, eso es una forma de servidumbre en nuestras vidas.
En relación con esto el anónimo autor de Hebreos nos indica que, dejemos a un lado todo lo que nos estorba y el pecado que nos enreda, y corramos con fortaleza la carrera que tenemos por delante. Fijemos nuestra mirada en Jesús.
¿Qué cosas te enredan y te impiden o hacen más lento tu paso?
¿De qué pecados debes despojarte?
¿Qué te dice el Espíritu del Señor respecto a todo ello? ¿Qué vas a hacer?
Comentarios
Publicar un comentario