ENCUENTROS CON JESÚS: UNOS ORDINARIOS PASTORES

 


Pero el ángel les dijo [a los pastores]: No tengáis miedo porque vengo a traeros una buena noticia [evangelio], que será causa de alegría para todo el pueblo. En la ciudad de David os ha nacido hoy un Salvador, que es el Mesías, el Señor. (Mateo 2:10-11)

Dios entra en la historia humana. Viene para cambiarla de forma radical, para establecer una nueva humanidad y una nueva creación. Interviene en el fluir de la historia para establecer su Reino. Y este hecho, que divide la historia en dos, que significa un antes y un después, que deja perplejo al resto del universo que observa atónito lo que está sucediendo, es anunciado a uno simples pastores. Gente que dormía al raso mientras cuidaban los rebaños, probablemente como empleados de los propietarios. Personas que debido a su oficio con mucha frecuencia eran impuros a los ojos de la ley mosaica (Levítico 11:39-40)

Dios no comunica su entrada en la historia ni a la clase política, ni a la económica, ni mucho menos a la religiosa. Decide hacerlo a gente ordinaria, sin poder, ni influencia, ni prestigio, ni educación, ni influencia. Y eso es mucho más notorio en una sociedad donde las divisiones sociales eran mucho más marcadas y rígidas que en la nuestra. Y eso somos tú y yo, gente ordinaria. Pertenecemos a lo que el apóstol Pablo llama lo vil y lo menospreciado del mundo. Sin embargo, a nosotros, como a aquellos pastores, se nos ha anunciado la buena noticia. Dios nos ha considerado dignos de ser los depositarios de la misma. 

Aprendo del encuentro de los pastores con Jesús que lo que me da dignidad, sentido de valor, autoestima e identidad no es el grupo social al que pertenezco, no la influencia social, económica, política o ministerial que pueda tener. Tampoco la red de influencias que haya podido tejer a lo largo de mi vida. Esa dignidad la recibo porque en mi ordinariez, Dios ha decidido comunicarse conmigo.

¿Qué respuesta merece esa iniciativa del Señor hacia ti?

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