OIR
Por eso la Biblia dice: «Si hoy escuchan la voz de Dios,no sean tercos,como aquellos israelitas que no quisieron obedecerlo. (Hebreos 3:15)
La Biblia, con este simple pasaje, nos enseña varias cosas importantes: Es posible escuchar la voz del Señor, pero también es posible no hacer caso a esa voz que nos habla y endurecer nuestro corazón. En estos días no se comenta demasiado acerca de poder percibir la voz de Dios. De hecho, no estamos acostumbrados a ello y si nos preguntaran, muchos de nosotros tal vez no seríamos capaces de recordar o identificar cuándo esto sucedió por última vez. De hecho, teóricamente todos los cristianos pensamos y estamos de acuerdo en que por medio de la Palabra Dios nos habla, pero ¿Realmente nos habla? ¿Hay otras maneras en que se dirige a nosotros?
Creo que Dios sigue hablando pero también creo que hemos perdido capacidad de escucharlo, no sólo a través de su Palabra, sino también por medio de las circunstancias, la conciencia, otros creyentes y, naturalmente, el Espíritu Santo dirigiéndose a nuestro corazón. Esta pérdida se debe a varias razones: En ocasiones no identificamos esa voz porque no esperamos oírla en algunos lugares o por algunos medios. Por tanto no sintonizamos y, consecuentemente, ese mensaje pasa desapercibido. Pero mayormente esa incapacidad de oír se debe al hecho de que a fuerza de no responder a la voz del Señor nuestro corazón, como dice el texto bíblico se ha ido endureciendo, volviéndose, finalmente totalmente refractario a Dios.
Elí, el sumo sacerdote, le recomendó a Samuel que se dirigiera al Señor y le dijera simple y llanamente: "Habla Señor que tu siervo escucha". Esto requiero intencionalidad y disponibilidad, no sólo para escuchar, sino para considerar lo oído y obedecer.
¿Qué sucedería si tomaras la actitud de Samuel?
Creo que Dios sigue hablando pero también creo que hemos perdido capacidad de escucharlo, no sólo a través de su Palabra, sino también por medio de las circunstancias, la conciencia, otros creyentes y, naturalmente, el Espíritu Santo dirigiéndose a nuestro corazón. Esta pérdida se debe a varias razones: En ocasiones no identificamos esa voz porque no esperamos oírla en algunos lugares o por algunos medios. Por tanto no sintonizamos y, consecuentemente, ese mensaje pasa desapercibido. Pero mayormente esa incapacidad de oír se debe al hecho de que a fuerza de no responder a la voz del Señor nuestro corazón, como dice el texto bíblico se ha ido endureciendo, volviéndose, finalmente totalmente refractario a Dios.
Elí, el sumo sacerdote, le recomendó a Samuel que se dirigiera al Señor y le dijera simple y llanamente: "Habla Señor que tu siervo escucha". Esto requiero intencionalidad y disponibilidad, no sólo para escuchar, sino para considerar lo oído y obedecer.
¿Qué sucedería si tomaras la actitud de Samuel?
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