JESÚS, DIOS, PADRE 2
El hijo empezó a decir: “Padre, he pecado contra Dios y contra ti, y ya no merezco que me llames hijo”. Pero el padre ordenó a sus criados: “¡Rápido! Traed las mejores ropas y vestidlo, ponedle un anillo en el dedo y calzado en los pies. Luego sacad el ternero cebado, matadlo y hagamos fiesta celebrando un banquete. Porque este hijo mío estaba muerto y ha vuelto a la vida; se había perdido y lo hemos encontrado”. Y comenzaron a hacer fiesta. (Lucas 15:21-24)
No he reproducido todo el texto de la parábola por ser sobradamente conocido. Jesús nos habló de Dios como un papá, pero como ya he comentado hay enormes posibilidades de que nuestra imagen de un padre esté distorsionada por nuestra propia experiencia como hijos y por clichés culturales acerca de cómo se supone que debe actuar un progenitor. Por eso estamos obligados a visitar la parábola del padre que ama y perdona (habitualmente conocida como la del hijo pródigo) para entender de qué tipo de padre estamos hablando cuando en la Biblia se habla del Señor como padre. Sin lugar a dudas el contraste entre lo que la Palabra nos enseña y nuestras experiencias y tópicos culturales va a producir fricción y tensión. No seremos los únicos a lo largo de la historia que lo hemos experimentado.
Dios es un padre que respeta nuestra libertad. Nos creó para tener una relación significativa con Él y eso, imprescindiblemente, implica la posibilidad de rechazar esa relación que desea establecer. Nos podría haber creado para de forma mecánica, robótica, responder a sus deseos de intimidad y relación. Sin embargo, eso no hubiera sido una relación libre y significativa. Para que esos requisitos se den la relación ha de ser querida por ambas partes, no puede ser forzada y, como decía anteriormente, implica que una de las partes puede decir clara y rotundamente ¡NO! a esa relación. Y El Señor respeta nuestros deseos. Puede anticipar que éstos tienen el potencial para llevarnos a la autodestrucción como personas pero ¿Qué otra cosa puede hacer? Creó hijos con la posibilidad de elegir, de ser libres, y cuando esto es así no siempre las decisiones que estos toman son compartidas, aprobadas o de agrado.
La parábola del padre que ama y perdona lo ilustra con meridiana claridad. La actitud del hijo menor fue arrogante e insultante. Culturalmente hablando su petición equivalía a desear que el padre ya estuviera muerto para poder disfrutar de su parte de la herencia. El hijo marchó sin tener para nada en consideración los sentimientos que eso hubiera podido generar en su padre. Probablemente debió de racionalizar en su mente su derecho a vivir su propia vida, su necesidad de autonomía. Incluso tal vez dio por sentado que se merecía todo aquello que recibía. No pidió consejo ni opinión. Tomó su decisión.
Así es nuestro Padre celestial, exquisitamente escrupuloso con nuestra otorgada libertad. Un Padre que con frecuencia sufre en silencio nuestro deseo de vivir al margen de Él y auto destruirnos.
¿Qué sentimientos provocan en Dios tus acciones, decisiones, omisiones? ¿Qué uso haces de tu libertad?
Gracias por la reflexión.
ResponderEliminarMe los puedo imaginar leyendo la Biblia los sentimientos que tendrá Dios sobre mi, pero realmente ÈL es tan Soberano y Libre que puede decidir lo que mejor sea para mi. Eso si, la libertad que siento y disfruto solo la tengo gracias a la relación personal que el Padre me ha dado a través del Hijo y con la ayuda del Espíritu Santo.
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