ADÁN / ROTO CON DIOS/ GÉNESIS 3



Cuando el hombre y su mujer sintieron los pasos de Dios, el Señor, que estaba paseando por el jardín al fresco de la tarde, corrieron a esconderse entre los árboles del jardín para que Dios no los viera. (Génesis  3:8)


Adán ha decidido desobedecer al Señor, rebelarse contra su autoridad, declararse autónomo, independiente y, consecuentemente, la relación con Dios se rompe, se fractura, las cosas ya no pueden ser como eran antes, el pecado ha producido una brecha entre ambos y la manera en que Adán decide solucionarlo es, escapar de Dios, esconderse, intentar huir de Él ¡Cómo si eso fuera posible! La inocencia se ha perdido, la transparencia ya no es posible, existen ya cosas que deben ser ocultadas, la vulnerabilidad ya comienza a ser dolorosa.

De alguna manera me veo reflejado en Adán, continuo, en ocasiones, procediendo de la misma manera: peco, tengo conciencia de mi rebelión, trato de huir de la presencia de Dios. Huyo porque me siento culpable. Huyo porque el encuentro con Dios echa luz sobre mi realidad y no puedo o no quiero enfrentarla. Huyo porque el encuentro con el Señor es también un encuentro conmigo mismo que me fuerza a obrar. Huyo hasta que decido salir de mi escondite y confesar. Es curioso que la palabra griega para confesar es, estar de acuerdo. Huyo pues hasta que estoy dispuesto a ponerme de acuerdo con Dios acerca de mi pecado, mi rebelión, mi deseo de ser independiente y mi necesidad de cambiar.

Pero muchos, tristemente, siguen y siguen huyendo de Dios. Su vida es una continua huída, una continua justificación del porque se esconden del Señor y cuanto más huyen más difícil se hace la reconciliación, el encuentro y el cambio.


¿Huyendo de Dios?

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