JESÚS/ SOBR EL MATRIMONIO/ MATEO 19: 1-12
El les dijo: Por la dureza de vuestro corazón Moisés os permitió repudiar a vuestras mujeres; mas al principio no fue así. (Mateo 19:8)
En este pasaje Jesús habla acerca del matrimonio, en primer lugar, y después del divorcio. El Maestro afirma que en el principio la relación entre el hombre y la mujer fue diseñado con la intención de que fuera duradera puesto que la armonía era lo que caracterizaba la experiencia humana, armonía con Dios, interna con uno mismo, con otros y con la creación. Sin embargo, el pecado, nuestra rebelión contra Dios y su autoridad, nuestro deseo de vivir autónomos, independientes con respecto a Él, sustituyó esa armonía por rupturas en las cuatro áreas antes mencionadas, incluida, naturalmente, la relación entre los seres humanos y, consecuentemente el matrimonio.
Por tanto, la Palabra de Dios nos explica con claridad meridiana cuál era el propósito inicial del Señor con respecto a la institución matrimonial. Ahora bien, ya no estamos viviendo en el mundo ideal creado por Él, antes bien en uno afectado por el pecado y sus consecuencias. Consecuencias estas que afectan a todas las dimensiones del ser humano incluido, como ya afirmaba antes, el matrimonio. Tenemos pues la realidad de que hay seres humanos que no quieren o no pueden vivir ese ideal planteado por Dios. No quieren o no pueden debido a que vivimos en un mundo caído y aquí es donde entra, según mi parecer, la afirmación del Maestro acerca de la dureza del corazón.
Mi punto es que la voluntad divina está clara, la relación matrimonial estaba diseñada para durar y no ser fracturada. Sin embargo, cuando el pecado entra en el mundo y la experiencia humana ese propósito se ve truncado y los seres humanos en muchas ocasiones fallan en estar a la altura de ese ideal y las relaciones matrimoniales se rompen, tal y como dice Jesús, debido a la dureza del corazón humano, dureza que siempre es una consecuencia del pecado.
Es aquí donde entra el cuidado y el discernimiento pastoral en las diferentes situaciones matrimoniales que se deben manejar. Porque no es lo mismo la mujer que es maltratada física y emocionalmente por su marido y busca divorciarse que aquella que ha encontrado a su príncipe azul y quiere romper la monotonía de su relación actual. No podemos poner en el mismo saco a la pareja que no quiere ni siquiera trabajar sus relaciones conyugales que aquella que ha trabajado duro y no ha podido o sabido resolver conflictos. El divorcio, sin duda, no es la plan ni la voluntad de Dios, la dureza del corazón humano ha de llevar al líder cristiano a con mucha gracia, amor y aceptación incondicional saber discernir con la ayuda del Espíritu del Señor cada situación única, peculiar y singular.
¿Deben todos los casos ser tratados por igual? ¿Qué justifica tu respuesta?
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