JESUS/ MOMENTUM/ MATEO 17:1-13





Pedro dijo a Jesús: —¡Señor, qué bien estamos aquí! Si quieres, haré aquí tres cabañas: una para ti, otra para Moisés y otra para Elías. (MATEO 17:4 BLPH)

Nos estamos acercando al final del ministerio de Jesús y es cuando acontece esta experiencia extraordinaria donde los discípulos tienen la posibilidad de experimentar la gloria de Dios de una manera total y absolutamente sobrenatural y especial. No es de extrañar pues el comentario de Pedro de querer retener ese momento y alargarlo tanto como fuera posible. De hecho, su deseo de construir unas cabañas, nos hace pensar que en su mente había la idea de estar bastante tiempo. Los discípulos llevaban ya más de dos años junto con el Maestro, habían convivido con Él en todo tipo de situaciones, ya habían estado expuestos con anterioridad a experiencias sobrenaturales, pero ninguna como esta y de ahí su deseo de retenerla tanto como les fuera posible. Todas las cosas vividas anteriormente no parecían tener tanto valor y sentido como aquella ultima.

A mí todo esto me hacía pensar en la búsqueda de experiencias sobrenaturales y especiales del cristianismo evangélico contemporáneo. Nuestro deseo de vivir ese tipo de situaciones sobrenaturales con más frecuencia y cada vez con mayor intensidad que nos llevan, en muchas ocasiones, a un peregrinaje por congresos, eventos, reuniones especiales, campañas y todo tipo de situaciones en las que esperamos nuestra propia experiencia similar a la transfiguración, nuestro pequeño trozo de cielo, nuestra Epifanía particular que nos permita vivir y seguir adelante hasta la próxima.

No estoy, en absoluto, afirmando que eso esté mal, simplemente veo con preocupación que sustituyamos la comunión diaria, el seguimiento cotidiano del Maestro, el experimentarlo de forma sencilla en las cosas sencillas por las experiencias especiales, esas que tan solo ocurren de tanto en tanto y que, lamentablemente, nos hace perder de vista las otras e incluso no valorarlas ni darles la importancia debida. Me pregunto si ese tipo de experiencias especiales no crean una cierta adición, una cierta dependencia que nos lleve a tratar de retenerlas al máximo, a volver a experimentarlas de nuevo y, a ser posible, con mayor intensidad, todo ello al precio de perden de vista a Jesus en el día a día y perder la capacidad de identificarlo y reconocerlo en medio de la rutina e incluso de la mediocridad.

Demos gracias al Señor por ese tipo de experiencias pero no intentemos retenerlas, añorarlas, buscarlas de nuevo al precio de olvidad que Él está con nosotros cada día, hasta el fin de los tiempos y que mora en nosotros.

La medida de nuestra experiencia con Jesús es la vida cotidiana ¿Qué nota sacaría tu vida si es puesta a examen?

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