JESÚS/ MISERICORDIA/ MATEO 8: 1--5
Jesús extendió la mano y lo tocó. (Mateo 8:3)
Jesús con ese simple e innecesario gesto rompió dos importantes leyes, la ley Levítica, que declaraba impuro desde el punto de vista ceremonial a cualquier persona que estuviera en contacto con un leproso y la ley de la prudencia, ya que la lepra era una enfermedad altamente contagiosa y, recordemos, Jesús, en tanto que ser humano no era inmune a la enfermedad ni a la muerte. Además, la curación de esa persona no implicaba ni hacía necesario el contacto humano por parte del Maestro.
Jesús lo hace porque hay un mandato superior, el de la misericordia y la compasión. El propio Señor afirmó querer misericordia y no sacrificios y en esta situación Jesús nos enseña que expresar compasión, ofrecer dignidad y afecto por medio del innecesario -desde el punto de vista técnico del milagro- contacto humano -pero valioso desde el punto de vista humano y emocional- es más importante que la prudencia y la ley.
Eso me desafía a mí personalmente a pensar cuáles son las barreras que me impiden salir de la comodidad de los sacrificios y aventurarme en los peligros de la misericordia. Cuáles son las justificaciones religiosas y piadosas que me atrincheran y protegen de un mundo roto y sus necesidades y aceptar el reto de romper las leyes movido por la compasión y la misericordia.
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