JESÚS/ LIBERAR AL CAUTIVO/ MATEO 8:28-34
Ambos estaban poseídos por demonios. (Mateo 8:28)
Me situo en una posición intermedia. No soy de aquellos que ven al demonio en todos los lugares, ni tampoco de aquellos que niegan su existencia y su influencia sobre los seres humanos por considerarlo algo irracional, no válido para la sofisticada vida en el mundo occidental y post-moderno. No hay como viajar y ver mundo para aceptar ciertas realidades, las entendamos o no. Una actitud de humildad se adquiere cuando comprendes que la realidad va más allá de lo que nuestros prismas pueden procesar.
El punto central de este pasaje, en mi opinión, es la liberación que Jesús aporta a la vida de estos hombres y creo, humildemente, que este es el mensaje universal, es decir, válido para cualquier ser humano, que aporta este episodio evangélico.
Es un mensaje de esperanza para muchas personas, sean o no seguidoras de Jesús, que viven situaciones de opresión en su versión espiritual -las menos conocidas en nuestros entornos- o en su versión emocional -las más habituales en nuestros contextos culturales- Personas que viven bajo dominados por el rencor, la amargura, la culpa el resentimiento, la ansiedad, la angustia, el miedo, la melancolía y tantos y tantos sentimientos negativos que han ido, poco a poco, creciendo en sus vidas hasta dominarlas totalmente e incapacitarlas para una vida plena y satisfactoria.
Personas que, sin duda, es legítimo que, un momento determinado de sus vidas, experimentaran esos sentimientos o estados de ánimo porque cosas sucedieron en ellos que los generaron. Sin embargo, la mala gestión de los mismos, bien sea por incapacidad o falta de voluntad para hacerlo les llevaron a verse poseídos y controlados por los mismos y, consecuentemente, viviendo de forma disfuncional y autodestructiva.
El mensaje es que Jesús puede liberar, pero no necesariamente de una forma suave y políticamente correcta, sino tal vez a través de confrontarnos con esa realidad que nos destruye e invitándonos a una intervención quirúrgica que la extirpe de nuestras vidas.
¿Qué nos posee y nos incapacita para una vida plena? ¿Qué puede hacer Jesús al respecto? ¿Qué dolor estamos dispuestos a sufrir para sanar?
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