PRIMERA CARTA DE PABLO A LOS CRISTIANOS DE CORINTO/ INTERDEPENDENCIA/ 12:12-26

Si el cuerpo entero fuera ojo, ¿cómo podría oír? Y si todo fuera oído, ¿cómo podría oler? Por algo distribuyó Dios cada uno de los miembros en el cuerpo según le pareció conveniente. Pues ¿dónde estaría el cuerpo si todo él se redujese a un solo miembro? Precisamente por eso, aunque el cuerpo es uno, los miembros son muchos. Y no puede el ojo decirle a la mano: «No te necesito». Como tampoco puede la cabeza decir a los pies: «No los necesito». (1 CORINTIOS 12:17-21, 25 BLPH)

El apóstol dedica buena parte del capítulo doce a hablar del cuerpo de Cristo. Concretamente, en el pasaje que nos ocupa habla de un concepto que, de forma preocupante, está desapareciendo del paisaje espiritual del mundo postmoderno, la interdependencia. 

Pablo nos enseña que no existe entre los seguidores de Jesús el concepto de independencia. Se ha enfatizado en exceso la relación personal con Dios pues, si bien es cierto, que el Señor nos salva de forma individual lo hace para unirnos a una familia, a un pueblo, a una comunidad, a un cuerpo. La esencia de la fe cristiana es comunitaria, nunca individual.

El cuerpo, como bien lo desarrolla el apóstol, es un claro ejemplo de interdependencia. Las diferentes partes no pueden vivir de forma autónoma o independiente, todas ellas forman una sinergia que permite que la vida continúe y se desarrolle de forma saludable. Las partes no pueden desentenderse del todo sin buscar en ello su propia muerte.

Para mi es un tema preocupante porque el desencanto -comprensible en muchos casos- con la iglesia local ha llevado a muchos a una fe individual, sin dimensión comunitaria, que para nada refleja el propósito comunitario de Dios. También ha llevado a pseudo comunidades de iguales. Personas del mismo modo de pensar y sentir pero desvinculadas de una realidad comunitaria plural y diversa. Es como si fueran comunidades de pies, de manos, de cabezas, pero desprovistos del resto del cuerpo.