HECHOS 12. EL TESTIMONIO APOSTÓLICO EN JERUSALÉN 10



Hechos 4:32-37

32 Todos los creyentes estaban unidos de corazón y en espíritu. Consideraban que sus posesiones no eran propias, así que compartían todo lo que tenían. 33 Los apóstoles daban testimonio con poder de la resurrección del Señor Jesús y la gran bendición de Dios estaba sobre todos ellos. 34 No había necesitados entre ellos, porque los que tenían terrenos o casas los vendían 35 y llevaban el dinero a los apóstoles para que ellos lo dieran a los que pasaban necesidad.

36 Por ejemplo, había un tal José, a quien los apóstoles le pusieron el sobrenombre Bernabé (que quiere decir «hijo de ánimo»). Él pertenecía a la tribu de Leví y era oriundo de la isla de Chipre. 37Vendió un campo que tenía y llevó el dinero a los apóstoles.


Este breve pasaje con el que concluye el capítulo cuatro del libro de los Hechos nos describe un matiz más de la primera comunidad de seguidores de Jesús. Es fácil quedarse en lo anecdótico -que vendían sus propiedades- y perder lo esencial -no permitían que hubiera entre ellos necesitados-.

Para mí la aplicación es clara y contundente. Tenemos la costumbre de valorar las comunidades cristianas por su ortodoxia bíblica, por sus confesiones de fe, por su fidelidad a los credos históricos y/o denominacionales y, con demasiada frecuencia, olvidamos hacerlo por la medida en que siguen, no únicamente lo que creía la iglesia del Nuevo Testamento, sino en como vivía esa iglesia.

La iglesia de Jerusalén no permitía que hubiera necesitados entre ellos. Del mismo modo, si pretendemos ser una iglesia que imita sus pasos y estilo de vida debemos de hacer lo mismo, una lucha radical contra la necesidad, y no me refiero únicamente a la necesidad material, sino también a la espiritual, emocional, social e intelectual.


Un principio

Una iglesia que desea imitar a la del Nuevo Testamento debe estar radicalmente comprometida con la lucha contra la necesidad.

Una pregunta

¿Qué necesidades hay a tu alrededor?

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