¡TEN COMPASIÓN DE NOSOTROS!

Al llegar al final del capítulo 20 de Mateo se produce la curación de dos ciegos. Jesús iba desde Jericó camino de Jerusalén y al oír que el Maestro pasaba los dos invidentes se pusieron a gritar como locos que Jesús tuviera compasión de ellos. La multitud, enfadada, les exigía que se callaran y no molestaran a Jesús. Aquello sólo sirvió para que redoblaran sus esfuerzos y gritaran más y más fuerte.

Su actitud es normal, Jesús era su única esperanza. Seguro habían oído de él y su poder sanador. Si no podían llamar su atención acerca de sus necesidades nunca recobrarían la vista y su vida seguiría siendo la miserable vida de la mendicidad y el desamparo. Ni siquiera la gente que iba alrededor, muchos también seguidores de Jesús, tuvieron compasión de ellos y la capacidad o sensibilidad de conmoverse con su desesperada situación. Los ciegos, sin embargo, sabían que la salida de su desamparo pasaba por la atención de Jesús, y la consiguieron, el Maestro se volvió ante sus gritos y, tal como indica Mateo, conmovido, les devolvió la vista.

Jesús era conocido como alguien compasivo que ministraba las necesidades de la gente. Alguien accesible a quien el cargado, cansado, dolorido, enfermo, necesitado en general, podía dirigirse. Pienso en mi vida, ¿Soy un fiel imitador de Jesús en ese sentido? ¿Soy conocido por mi compasión, sensibilidad, disponibilidad hacia el que sufre y lo pasa mal? ¿Soy por el contrario como las multitudes a las que molesta el grito del necesitado?

Un principio

Jesús, ayúdame a no hacer oídos sordos al grito, a veces silencioso, del necesitado.

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