HAY COSAS QUE CLAMAN AL CIELO


Me he encontrado con este salmo sorprendente, el número 57

¿De verdad, poderosos,
emitís sentencias justas?
¿Juzgáis equitativamente a los humanos?
No, cometéis injusticias a conciencia
imponiendo en la tierra
la violencia de vuestras manos.
Los malvados se pervirtieron
desde el seno materno,
los mentirosos se extraviaron desde el seno.
Tienen veneno como veneno de serpientes,
de víbora sorda que cierra el oído,
para no oír la voz del encantador,
del experto hacedor de hechizos.

Oh Dios, rómpeles los dientes de la boca,
quiebra, Señor, esos colmillos a leones.
Que se evaporen como agua que fluye,
que se pudran como hierba que se pisa,
sean como babosa que se deslía al deslizarse,
que, como aborto de mujer, jamás vea el sol.
Antes de que echen espinas,
como la zarza verde o quemada,
arrebátelos el vendaval.

Goce el justo viendo la venganza,
bañe sus pies en la sangre de los malvados;
y la gente comentará:
¡El justo cosecha su fruto,
si, hay un Dios que hace justicia en la tierra!

Este salmo, junto con otros similares, es imprecatorio. En este tipo de escritos el autor clama contra la maldad y la impunidad de aquellos que abusan y maltratan. El lenguaje es violento, agresivo y vengativo.

Estos salmos reflejan un sentimiento de rabia ante tanto dolor e injusticia y un clamor hacia Dios para que intervenga y actúe.

Al leerlo pensaba que David no era indiferente al dolor y al sufrimiento de los inocentes y oprimidos y que de alguna manera yo debería tener el mismo sentimiento hacia las injusticias, el abuso y la opresión. Además, no debería quedarme de brazos cruzados con una santa indignación, creo que debería involucrarme en todas las causas que son justas porque mi Dios es un Dios justo.

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