POR AMOR A DAVID


En los capítulos que estoy leyendo del libro de Reyes se ha producido un secesión del reino que ha quedado dividido en dos, Judá a la sur e Israel al norte.

En el reino norteño se suceden los reyes sin que ninguna dinastía llegue a estabilizarse. Unos pretendientes al trono matan a los actuales reyes y son asesinados a su vez por otros. Se da el casa en que en un momento hay dos monarcas simultaneos y uno de ellos tan apenas llegó a reinar durante unos cuantos días.

Otra de las cosas que caracteriza, sin excepción, a todos los reyes del norte es su maldad e idolatría. Parece ser que cada rey superó al anterior en maldad y en su capacidad de hacer lo malo ante los ojos del Señor.

En el reino del sur, Judá, la dinastía de David permaneció hasta el fin de Judá como nación independiente. Se suceden reyes buenos y malos. Algunos siguieron los pasos de David y fueron justos, otros, por el contrario, también indignaron a Dios. Sin embargo, me han llamado la atención unos versículos que se repiten con cierta frecuencia:

En consideración a David, el Señor, su Dios, le mantuvo una lámpara encendida en Jerusalén, concediéndole un sucesor y manteniendo a Jerusalén. Pues David había actuado correctamente ante el Señor, sin desviarse de sus preceptos en toda su vida, salvo en el asunto de Urías, el hitita. (1 Reyes 15:4 y 5)

A pesar que algunos reyes de Judá fueron malos a los ojos de Dios, Él mantuvo la dinastía simplemente por amor a David y su fidelidad.

Para mí, el principio que saco de este pasaje de la Escritura es que el bien que hacemos "persigue" a nuestros descendientes y puede bendecirles y ayudarles aún cuando nosotros no estemos presentes. Nuestra integridad, nuestro ejemplo, nuestra dedicación, nuestro caminar con el Señor puede ser una influencia que vaya más allá de nuestras propias vida.

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