SALMO 39/ ESPERANZA
Señor, indícame mi fin y cuántos van a ser mis días, para que comprenda cuán caduco soy. Me concediste unos palmos de vida, mis días son como nada ante ti: el hombre no dura más que un soplo, es como una sombra que pasa; sólo un soplo son las riquezas que acumula, sin saber quién será su heredero. Entonces, Señor, ¿Qué espero? Mi esperanza está en ti. (Salmo 39:5-8)
La persona, como bien escribió Viktor Frankl, es un ser en busca de significado. Probablemente tiene que ver con lo que dijo el escritor de Eclesiastés: "Has puesto eternidad en el corazón del hombre sin que éste llegue a comprenderlo". Por más que lo pretenda la sociedad y nosotros también, lo intentemos no podemos vivir sin encontrarle propósito, sentido y significado a nuestra existencia. La cultura nos vende multitud de anestésicos para calmar ese dolor interno intenso; nos facilita analgésicos para el alma que amortiguan esa sensación. Sin embargo, y creo que afortunadamente, hay momentos en los que la realidad con toda su crudeza se impone y nos damos cuenta de lo efímeros y pasajeros que somos y nos preguntamos qué sentido tiene toda nuestra vida, en qué o quién vale la pena confiar para que nos llene de ese sentido y significado que tan desesperadamente precisamos y necesitamos.
Es fácil afirmar que nuestra esperanza está en el Señor. Queda bonito subrayarlo en nuestras Biblias, cantarlo que nuestras canciones, colgarlo en nuestro facebook. Otra historia diferente es vivirlo, entender que nuestro sentido y significado se encuentra y se realiza en la medida en que nos parecemos más y más al Maestro y nos unimos a Él en la tarea de reconciliación y restauración de este universo caído. Por eso Jesús afirma que nos construyamos tesoros eternos, que invirtamos en valores que sólo pueden revalorizarse una y otra vez.
¿Qué o quién apagar tu sed de sentido y significado?
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