1 CORINTIOS/ TOMA DE DECISIONES / 1 CORINTIOS 6:12



Se dice: "Yo soy libre de hacer lo que quiera." Es cierto, pero no todo conviene. Si, yo soy libre de hacer lo que quiera, pero no debo dejar que nada me domine. (1 Corintios 6:12)


Uno de los retos que todos tenemos es la toma de decisiones. Cada día, de forma constante, hemos de tomarlas. Algunas de ellas carecen de importancia, trascendencia y consecuencias. Otras, por el contrario, tienen todos esos componentes. Se hace preciso tener algunos criterios que nos asistan en ese proceso tan importante y necesario, especialmente, con aquellos decisiones que son de auténtico calado.

Pablo de una manera muy sencilla nos da dos criterios que nos pueden auxiliar en el proceso de tomar algunas de las decisiones que la vida nos presenta o ante las cuales nos presentamos nosotros. El primero de ellos es la conveniencia de la decisión. No hay una cuestión de maldad o bondad en la misma, de corrección o falta de ella. Lo que hace que la tomemos o dejemos de hacerlo es si resulta conveniente. La conveniencia es a utilidad o provecho de algo. ¿Es útil nuestra decisión? ¿Es el momento adecuado? ¿Tendrá un impacto positivo o negativo? ¿Qué me motiva a llevarla a cabo? ¿Aprobaría el Señor mis motivaciones y actitudes? ¿Qué me informa el contexto al respecto?. Pablo no niego que en un momento dado nuestra decisión no sea legítima, puede serlo, pero también puede resultar inconveniente.

El segundo criterio otorgado por el apóstol es el efecto que produce en mi esa decisión. Somos total y completamente libres gracias a la libertad que Jesús ha ganado y comprado para nosotros con su muerte en la cruz. Ahora bien, nosotros podemos utilizar esa libertad para tomar decisiones que nos lleven de nuevo a la esclavitud o incluso a una forma de esclavitud peor, más intensa y más perversa que aquella de la cual nos libro Jesús. No podemos olvidar que el pecado tiene un increíble poder para esclavizarnos y muchas de las decisiones que tomemos pueden reforzar el control del pecado sobre nuestras vidas. ¡Cierto! El pecado ya no tiene poder para condenarnos, Jesús ya pagó, pero tiene un inmenso poder para hacer nuestras vidas total y absolutamente miserables.


¿Cómo pueden ayudarte estos dos criterios en tu toma de decisiones?

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