JESUS, SUS NOMBRES



Le pondrás por nombre Jesús, porque Él salvará a su pueblo de sus pecados. (Mateo 1:21)


En el breve pasaje que va desde el versículo 18 hasta el 25 aparecen reflejados dos nombres otorgados a Jesús, "Dios salva" y "Dios con nosotros". En el mundo hebreo el nombre es mucho más que la palabra que sirve para distinguir a unos individuos de otros. Pretendía expresar el carácter y la esencia de la persona y, con frecuencia, su misión, su llamado. No es casual que cuando Dios tome la decisión de hacerse ser humano escoja muy bien los nombres por los cuales será reconocido. Los dos antes mencionados nos hablan acerca de su carácter y su misión. 

Dios salva. Jesús es conocido entre nosotros como el Salvador. En ocasiones hemos limitado su papel salvador única y exclusivamente a la vertiente espiritual. Tiene todo el sentido porque uno de los errores que hemos cometido es pensar que la salvación es un tema espiritual; pero no es así. Nuestra rebelión contra Dios y su autoridad afectó a todas las dimensiones de la experiencia humana y no únicamente a la espiritual. Ciertamente que el pecado rompió nuestra relación personal con Dios; pero no es menos cierto que nos rompió internamente, rompió nuestras relaciones con otros seres humanos y también fracturó nuestra relación con la creación de Dios. El pecado ha afectado a mi humanidad en su totalidad y, consecuentemente, la salvación a de afectar igualmente a todas las dimensiones de mi experiencia humana. La salvación ha de ser integral, puesto que integral fue la caída del ser humano. Cierto que existe una dimensión espiritual en la misma, pero el trabajo salvador de Jesús va más allá de lo meramente espiritual, es algo absoluta y totalmente holístico. Por eso Jesús es el nuevo Adán, el prototipo de una nueva humanidad, el hombre nuevo, el hermano mayor de una nueva estirpe. Dios nos salva para hacer de nosotros hombres y mujeres nuevos, semejantes a Jesús. Él vino para que pudiéramos ser lo que nunca hubimos dejado de ser.

Dios con nosotros. Al pensar en este segundo nombre de Jesús venían a mi mente muchos versículos de las Escrituras: "Yo estoy con vosotros todos los días hasta el fin", "No os dejaré ni os desampararé", "No os dejaré huérfanos, vendré a vosotros". Si es asombroso que Dios haya decidido compartir con nosotros la experiencia humana, no lo es menos que haya tomado la decisión de hacer de nuestros cuerpos su templo y su morada. Jesús, Dios con nosotros, vive en nuestras vidas por medio de su Espíritu Santo. Eso tiene serias implicaciones. Nunca estamos solos; no importa lo duras y difíciles que puedan ser las experiencias por las que pasamos, Él está con nosotros y, como ya mencioné anteriormente, puede entender porque ha experimentado la realidad de ser humano. Él nunca se desentiende de nosotros, está con nosotros.


Piensa en la salvación desde la perspectiva integral ¿Ha sido redimida tu vida interior, tus relaciones, tu trato con la creación del Señor o tu experiencia de salvación ha quedado relegada única y exclusivamente a la dimensión espiritual?

¿Qué circunstancias o experiencias estás viviendo que hacen necesario que experimentes a Jesús, Dios con nosotros?

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