JESÚS/ COMPASIÓN Y ACCIÓN/ MATEO 9:35-38



Jesús recorría todos los pueblos y aldeas enseñando en las sinagogas judías. Anunciaba la buena noticia del Reino y curaba toda clase de enfermedades y dolencias. Y al ver a toda aquella gente, se sentía conmovido porque estaban maltrechos y desalentados, como ovejas sin pastor. 37 Dijo entonces a sus discípulos: — La mies es mucha, pero son pocos los trabajadores.  Por eso, pedidle al dueño de la mies que mande trabajadores a su mies. (Mateo 9: 35-38)

Los fariseos al ver a las multitudes sentían desprecio, juicio y condena. Eran indiferentes a su realidad y su situación y estaban orgullosos de ser moral y religiosamente superiores a las masas. Su tiempo se iba en refinar su religiosidad y en sutiles discusiones acerca de la Ley y su interpretación ¿Suena familiar?

Ver a las personas producía en Jesús una respuesta total y radicalmente diferente, ellas le movían a compasión. La palabra usada en el evangelio significa, literalmente, se le removían las entrañas. Se trata de la palabra más fuerte existente en el idioma griego para expresar una respuesta, una actitud y una acción delante de alguien en extrema necesidad.

Jesús, al mirar a las multitudes, veía todo aquello que el pecado ha producido en este mundo, miseria, opresión, enfermedad, hambre, muerte, injusticia, pobreza, corrupción, posesión demoniaca, esclavitud, explotación y ese etcétera que todos, si miramos a nuestro alrededor, podemos completar.

Pero la compasión movía a Jesús a la acción. El pasaje nos indica que recorría los pueblos proclamando y demostrando el Reino. Anunciando la venida del Reino y demostrando con sus milagros como paliaba los efectos del pecado en la vida de las personas.

La compasión que no mueve a la acción es simplemente pena. La auténtica compasión siempre nos ha de llevar a la acción, a involucrarnos en la miseria de un mundo roto y, en imitación del Maestro, tratar de paliar los efectos del pecado. Ver a las multitudes con los ojos de Jesús nos hace superar la indiferencia y nos convierte en agentes de restauración y, por tanto, en actores activos de la construcción del Reino. Lo contrario es tremendamente similar a la actitud de los fariseos que se movía en un espectro comprendido entre la indiferencia y el desprecio.

¿Qué evidencias de compasión y acción hay en tu vida?

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