SEGUNDA CARTA DE PABLO A LOS CRISTIANOS DE CORINTO/ COMPETENCIA/ 3:1-6



No es que nosotros mismos estemos capacitados para considerar algo como nuestro; al contrario, todo lo que podemos hacer viene de Dios, pues él nos ha capacitado para ser servidores de una nueva alianza, basada no en una ley, sino en la acción del Espíritu. La ley condena a muerte, pero el Espíritu de Dios da vida. (2 Corintios 3:5-6)

Me considero una persona competente. Tengo una licenciatura universitaria, dos maestrías -una de ellas en una universidad americana- he publicado numerosos libros, soy docente en varias instituciones de educación superior y sigo formándome de forma continúa. Creo firmemente en el estudio, la capacitación y la formación. 

Sin embargo, soy plenamente consciente de que toda mi capacitación y estudios carecen de valor a la hora de producir cambios espirituales en las vidas de las personas con las que trabajo. Si Dios depende de mí y de mi habilidad y capacidad, entonces el Señor ha depositado su negocio en malas manos. Cuanta más capacitación, herramientas y conocimiento tengo más aumenta mi sensación de incapacidad y de que el único que puede producir cambios es Dios.

Él actúa a través mío no debido a mí y mis capacidades, veo que lo hace a pesar mío. Simplemente soy un instrumento y me doy cuenta que mi responsabilidad es hacer todo lo posible por unirme al trabajo del Señor y no ser un obstáculo en que pueda usarme si lo desea para impactar a otros.

Por eso me gustaría animar a cualquier seguidor de Jesús a seguir creciendo en formarse, conocer más e incorporar nuevas herramientas, todo y sabiendo que, al final, Dios hará el trabajo y no dependerá de la persona sino que se llevará a cabo a pesar de la persona. 

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