DEUTERONOMIO PARTE III/ EL CÓDIGO DEUTERONÓMICO/ CAPÍTULO 21



18 Si uno tiene un hijo conflictivo y rebelde que no obedece a sus padres, y ni aun castigándolo hacen carrera de él, 19 su padre y su madre lo llevarán a la puerta de la ciudad, lo presentarán ante los ancianos 20 y les dirán: “Este hijo nuestro es conflictivo y rebelde, no nos obedece, es pendenciero y borracho”. 21 Entonces todos los hombres de la ciudad lo lapidarán hasta que muera. Así extirparás el mal de en medio de ti y todo Israel, al enterarse, sentirá temor. (Deuteronomio 21:18-21)


Esto es lo que la Ley de Moisés determinaba, ni más ni menos, una actitud drástica ante el reto de la rebeldía de un hijo. Al leerlo no podía dejar de pensar en la parábola del padre que ama y perdona, más conocida con el nombre del hijo pródigo.

Porque si este pasaje aquí reproducido representa la ley con toda su claridad, contundencia, radicalismo y, seamos honestos, con todo su fracaso e incapacidad para cambiar la gente, el pasaje de Lucas 15 representa la gracia en todo su esplendor, escándalo y fuerza.

Si el primer pasaje nos habla de un Dios de justicia, el segundo, por medio de Jesús, nos presenta un Dios de gracia, capaz de perder la compostura y la dignidad por amor a nosotros. 

Ya dice bien el prólogo del evangelio de Juan, la Ley fue dada por medio de la Moisés, sin embargo, la gracia y la verdad nos vienen dadas por medio de Jesús.




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