JUAN 34. EL MINISTERIO PÚBLICO DE JESÚS 27
10 Después de que se fueron sus hermanos, Jesús fue en secreto a la fiesta, sin decírselo a nadie.
11 Durante la fiesta, los jefes judíos buscaban a Jesús, y decían: "¿Dónde estará ese hombre?"
12 La gente hablaba mucho de él, y algunos decían: "Jesús es un buen hombre". Pero otros decían: "De bueno no tiene nada; es un embustero".
13 Todos hablaban de él en secreto, porque tenían miedo de los jefes judíos.
Después de comprobar que ni siquiera sus propios hermanos creían en Él, Jesús decide marchar hacia la fiesta religiosa que se celebraba en Jerusalén. Juan, al escribir este fragmento, constata la división de opiniones que había acerca de quién era Jesús y qué carácter tenía. Unos lo veían como un buen hombre y otros como un embustero y embaucador.
Al leer estos simples versículos pensaba que es fácil tener una opinión sobre Jesús. De hecho, todos nosotros tenemos opiniones sobre casi todas las cosas y, mucho, muy a menudo las comparten con toda ligereza dejando entrever en muchas ocasiones más ignorancia que otra cosa. Tenemos muchas opiniones sobre muchas cosas porque es gratis. Tener opiniones no siempre me afecta, no siempre tiene implicaciones para mi modo de pensar, mucho menos de vivir.
El problema es que esto puede pasarme con Jesús. Puedo tener las opiniones correctas acerca de Él sin que eso me afecte lo más mínimo. Me doy cuenta que, como otras veces ya he visto, puedo ser un creyente (tengo unas opiniones) pero no un seguidor (tengo un estilo de vida) y quedarme tan tranquilo y satisfecho.
Cuando esto sucede tienen sentido y desafío para mí las palabras de Jesús, por qué me dices Señor (opinión) si no haces lo que te digo (estilo de vida). Creo que es correcto afirmar que a Jesús no le interesa tanto qué opino de Él sino qué hago con mis opiniones, a qué me llevan.
Un principio
Se puede opinar de un modo y vivir del contrario.
Se puede opinar de un modo y vivir del contrario.
Creo puede ser que la mente comprenda lo que es correcto y acepte a Jesús. Peró este convencimiento debe llegar al corazón ( no solo entenderlo) para que apliquemos en nuestra vida las ensenñanzas de Jesús. Es decir, poner en prática nuestras opiniones.
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