IMPEDIR QUE LA GENTE SE ACERQUE A JESÚS

Marcos 10:1-16

Unos niños son llevados ante Jesús para ser bendecidos por Él. Los discípulos lo impiden, Jesús se enfada y aprovecha para compartir principios importantes y bendecir a las criaturas.

No es de extrañar la actitud de los discípulos ya que en el mundo antiguo los niños no tenían la más mínima consideración o valor, nada que ver con la actitud del mundo contemporáneo y, especialmente, occidental hacia ellos.

El niño bien puede representar toda aquella persona que es considerada sin valor, inútil, despreciable, de segunda categoría a los ojos de nuestro entorno. El niño puede ser el indigente, el emigrante, el marginado y todo aquel que no encaja en los patrones de belleza, valor o importancia de nuestra sociedad.

La advertencia de Jesús para mí clara, dejad que vengan a mí y no se lo impidáis, de lo contrario, me expongo a su enojo. ¿Cómo puedo ser culpable de obstaculizar su acceso a Jesús? Pienso que de muchas maneras: por medio de mi indiferencia hacia ellos -no los considero importantes o dignos- pero también por mi estilo de vida y testimonio que puede convertirse en un motivo de rechazo por partes de estas personas hacia Dios.

Un principio

Dios ha escogido lo humilde, lo despreciable, lo que no cuenta a los ojos del mundo, para anular a los que piensan que son algo. (1 Corintios 1:28)

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