LIMPIAR EL CORAZÓN
El capítulo 21 de Mateo abre con la entrada triunfal de Jesús en Jerusalén y después la limpieza del templo de todos los negociantes y comerciantes que lo utilizaban como base para sus negocios.
Jesús expulsa a todos aquellos que prostituían el santuario y también sanó ciegos y tullidos según nos cuenta el evangelista. Esto produce una reacción de disgusto entre los religiosos del templo, a los que no gustó los milagros realizados por Jesús entre los necesitados. Sin embargo, es interesante que esos mismos líderes religiosos no se sintieran incómodos por el modo en que el templo se usaba para fines no espirituales.
Personalmente me ha hecho pensar en dos cosas. Primero, si estoy permitiendo en mi vida cosas que Jesús desearía limpiar y purificar. Pueden ser actitudes, pensamientos, acciones, omisiones, en fin, cosas que son incompatibles con la realidad que soy templo de Dios.
La segunda, si mi actitud es hipócrita como la de aquellos dirigentes religiosos, permito cosas en mi vida incompatibles con mi seguimiento de Jesús y, sin embargo, señalo con un dedo acusador el mismo mal en la vida de otros.
Jesús expulsa a todos aquellos que prostituían el santuario y también sanó ciegos y tullidos según nos cuenta el evangelista. Esto produce una reacción de disgusto entre los religiosos del templo, a los que no gustó los milagros realizados por Jesús entre los necesitados. Sin embargo, es interesante que esos mismos líderes religiosos no se sintieran incómodos por el modo en que el templo se usaba para fines no espirituales.
Personalmente me ha hecho pensar en dos cosas. Primero, si estoy permitiendo en mi vida cosas que Jesús desearía limpiar y purificar. Pueden ser actitudes, pensamientos, acciones, omisiones, en fin, cosas que son incompatibles con la realidad que soy templo de Dios.
La segunda, si mi actitud es hipócrita como la de aquellos dirigentes religiosos, permito cosas en mi vida incompatibles con mi seguimiento de Jesús y, sin embargo, señalo con un dedo acusador el mismo mal en la vida de otros.
Un principio
¿Quién me da autoridad para acusar a otros? Debo preocuparme por limpiar mi propio templo y no señalar la suciedad en el templo de otros.
¿Quién me da autoridad para acusar a otros? Debo preocuparme por limpiar mi propio templo y no señalar la suciedad en el templo de otros.
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