NO TE HARÁS IMAGEN

Los capítulos 18 y 19 de Jueces explican un extraña historia, la de Micá. Este hombre, descendiente de Efrain decidió establecer en su casa su propio santuario, contrato un sacerdote, que sería su sacerdote particular y se construyó un ídolo de plata y madera al que convirtió en su dios. Una vez llevadas a cabo todas esas acciones proclamó, Ahora estoy seguro que el Señor me favorecerá. (Jueces 18:13) El dios fabricado por Micá tenía como único propósito bendecirlo y favorecerlo, era un dios que no tenía ni exigencias ni pretensiones morales, era un dios que estaba de forma incondicional a favor de Micá.

El episodio se complica porque gente de la tribu de Dan le roban el ídolo y se llevan al sacerdote. Este último, el sacerdote, es nombrado sacerdote de toda la tribu y, naturalmente, ante semejante promoción no duda que es la voluntad del dios y los acompaña.

Micá se enfrenta a los danitas que le habían robado lo que él creían ser su fuente de prosperidad y les dice, Me habéis quitado mi dios, el que yo me había hecho, y me habéis arrebatado mi sacerdote. (Jueces 18:24)

Este es para mí el punto que me ha llamado la atención. ¡Cuántas veces nos hacemos dioses a nuestra medida! o bien, adaptamos al verdadero Dios a nuestras conveniencias y deseos. Qué a menudo Dios está única y exclusivamente para bendecirnos, para satisfacer nuestras necesidades y protegernos. Qué a menudo no tiene para nosotros ninguna exigencia moral. Es un Dios que bendice pero que no exige. Un Dios comprometido con nuestro bienestar pero que no nos compromete con un mundo en necesidad.

Visto en perspectiva, tampoco hay tanta diferencia entre Micá y nosotros.

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