PROFETAS Y REYES, SAÚL, BAJO PRESIÓN
Samuel le preguntó: ¿Qué has hecho? Y Saúl contestó: Cuando vi que la gente desertaba, que tú no venías en el plazo acordado y que los filisteos se concentraban en Micmás, pensé que me iban a atacar si haber podido aplacar al Señor, y me vi obligado a hacer el holocausto. (1 Samuel 13:11-12)
Al comenzar este capítulo se nos indica que Saúl ya llevaba varios años como rey de Israel. Yo no era el muchacho temeroso que se escondió y nadie lo encontraba el día de su proclamación como monarca. Es probable que en ese tiempo los puntos fuertes y débiles de su carácter hubieran tenido la oportunidad de manifestarse en más de una ocasión.
Algo que este pasaje pone de manifiesto, como lo harán otros posteriormente, es que Saúl no sabía resistir la presión del entorno y de sus hombres. De hecho, uno pensaría que su respuesta fue correcta, los hombres van desertando, las tropas cada vez son más escasas y el enemigo sigue fuerte y al acecho. Su respuesta sería correcta si no tuviera el compromiso de Samuel de que estaría allí en el momento y tiempo adecuado. La presión pudo con él y decidió actuar por su cuenta para salvar la situación. Las consecuencias fueron nefastas, fue rechazado por Dios como rey.
La presión acostumbra a ser mala consejera. Nos lleva a tomar decisiones apresuradas. Impone la lógica humana y deja de lado la lógica o la perspectiva del Señor. La presión nos mueve como un resorte y nos impide algo tan valioso como hablar con el Señor y buscar su perspectiva en los asuntos que nos presión. Son dos opciones, reacción versus reflexión.
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