MÁS SOBRE IDENTIDAD
«Tú eres mi Hijo, a quien quiero mucho. Estoy muy contento contigo.» (Lucas 3:23)
¿Quién soy? En los escasos momentos de lucidez que esta sociedad escapista nos permite tener todos nos lo hemos preguntado en alguna ocasión. Jean Paul Sartre, el filósofo existencialista francés, afirmaba que el hombre es un ser limitado y ningún punto limitado tiene significado alguno a no ser que tenga un punto infinito de referencia. Los seguidores de Jesús no podemos sino estar de acuerdo con su afirmación.
La cuestión fundamental es quién o qué es para nosotros ese punto de referencia. Una buena parte de la ciencia dice que tan solo somos productos del azar y la necesidad. La silla en la que estás sentada al leer estas líneas solo difiere de ti en que la química de ambos se ha combinado de modo diferente, pero olvídate del sentid y el significado. Eres pura química mezclada por el azar. La sociedad te dirá que consumes luego existes. Te invitará a que te definas por aquello que posees o experimentas. En fin, no es mi propósito hacer una larga lista de formas en que las personas responden a la pregunta quién soy. Solo pretendo dar la respuesta del Señor, ese punto infinito que nosotros, como seres finitos, necesitamos para referenciarnos: Yo soy su hijo amado y, con todo lo que soy, mis luces y mis sombras, está muy contengo contigo.
No lo siento, no voy a pedir disculpas, no voy a permitir que nada más me defina sino aquello que el Señor dice de mí.
De nuevo ¿Qué o quién te define a ti?
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