INCOHERENCIA
Pues bien, ¿por qué no aprendes, tú que enseñas a los otros? (Romanos 2:21)
Incoherencia, actitud ilógica e inconsecuente con los principios que se profesan. Pablo indica que esa era la actitud de los judíos de su tiempo. Se sentían orgullosos de tener la Ley y la circuncisión y despreciaban al resto de la humanidad. Los miraban con desdén por encima del hombro.
El apóstol indica que ambas cosas, la circuncisión y la Ley, carecen de valor si no se practica la voluntad del Señor. No es el conocer sino el vivir lo que cuenta a los ojos de Dios. Es más, afirma que aquellos que practican la voluntad del Señor aunque no la conozcan serán los jueces de los teóricos.
Todo lo que Pablo habla acerca de los judíos es totalmente aplicable a los seguidores de Jesús. Sin duda, para Dios lo que cuenta es la creencia correcta (ortodoxia) que lleva a la práctica correcta (ortopraxis). Si la primera no genera la segunda no sirve para nada. Aplícate el cuento, dice el refrán. Médico cúrate a ti mismo, afirma otro.
Cuando no vivimos aquello que creemos se produce una disonancia cognitiva, una incoherencia que debe ser resuelta. En mi opinión solo hay dos maneras de resolverla. La primera, juzgando a otros. Si el otro es peor que yo me sentiré mejor con mi incoherencia, será más ligera de llevar. Hasta es posible que la olvide. Me convierto en un legalista.
La segunda, aplicando gracia a mi vida por ser incoherente (la misma que me aplica Dios) y aplicándola en la vida de otros. El legalismo me obliga a hundir al otro para sentirme mejor. La gracia me ayuda a mirar a mi prójimo con la misma compasión que me aplico a mí mismo.
¿Cómo resuelves tu incoherencia?
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