HIJOS DE DIOS 2
Como hijo de Dios por medio de la adopción tengo la responsabilidad de vivir de una manera digna de la familia en que he sido acogido. Pedro en su primera carta en el capítulo 1, versículo 17 lo expresaba del siguiente modo: "Y, si llamáis Padre al que juzga a todos sin favoritismos y según su conducta, comportaos fielmente mientras vivís en tierra extraña". Es lo menos que podemos hacer en respuesta a la gracia que nos ha mostrado Dios al acogernos en su familia y elevarnos a la categoría de hijos por medio de la obra que Jesús hizo en la cruz por nosotros. Ser hijo es un gran privilegio, nos concede una buena cantidad de derechos, pero también tiene su parte de responsabilidad; ¡Hay que hacer honor a la familia de acogida!
No me cabe la menor duda que todo lo anterior suena bien, sin embargo, me hacía la pregunta a mí mismo ¿Cómo, de qué modo, eso lo puedo aterrizar en la vida cotidiana, en el día a día? Se me ocurrió -y creo que es consistente con lo que enseña la Escritura- que la mejor manera es mirar a otros miembros de la familia y ver cómo ellos actúan. Nuestro mejor referente es Jesús, nuestro hermano mayor. Imitarlo en su relación con el Padre, con otros y también con un mundo roto y necesitado. Jesús se convierte en el modelo de lo que significa y cómo se puede articular de forma práctica el ser un miembro de la familia de Dios.
¿De qué modo tu estilo de vida es digno y acorde con tu familia de acogida?
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