FE MUERTA
¿De qué le sirve a uno hermanos, alardear de fe, si carece de obras? ¿Podrá salvarlo esa fe? (Santiago 2:14)
El hermano de Jesús plantea una cuestión de primera importancia; y naturalmente, él mismo la responde. Afirma verdades importantes: En primer lugar, ese tipo de relación con Dios no es que sea disfuncional, poco saludable o enfermiza. Indica de forma categórica que nos encontramos ante una fe muerta, no existente, teórica. En segundo lugar, ese tipo de fe no produce ni lleva a la salvación. Es un iluso aquel que piensa que simplemente por haber hecho, lo que en círculos evangélicos llamamos la oración del pecador, automáticamente uno está salvado y blindado contra toda condenación.
Santiago, como anteriormente el apóstol Pablo en el libro de Efesios y como el mismo Jesús, nos enseña que la única evidencia real de conversión es una vida caracterizada por las obras. Las obras son el certificado de la validez de nuestra fe. Las obras, es decir, la práctica apasionada del bien, es el propósito para el cual hemos sido salvados; no por obras pero si para obras, escribe el apóstol Pablo en el segundo capítulo de la carta que envió a los cristianos de Efeso. Así de claro y así de simple.
Al leer los versículos que Santiago dedica al tema de la relación entre la fe y las obras no es de extrañar que Martín Lutero planteará dudas acerca de la idoneidad de incluir su carta en el canon de las Escrituras. Tiene sentido, entraba en aparente conflicto con el tema central de la Reforma, la salvación por la fe.
¿Qué tipo de obras produce tu fe? ¿Qué te hace pensar la contestación que hayas dado?
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