SABIDURÍA PARA LÍDERES: EL RITUAL DE LA NOCHE
Dios mío,
mira en el fondo de mi corazón,
y pon a prueba mis pensamientos.
24
Dime si mi conducta no te agrada,
y enséñame a vivir
como quieres que yo viva. (Salmo 139:23-24)
Por su propia naturaleza la vida es dinámica. Uno la comienza con buen pie -con el ritual de la mañana-, trata de vivirla caminado con el Señor -practicando la respiración espiritual- pero, como bien nos enseña la ciencia, todo tiene una tendencia al caos. No es infrecuente que las cosas no vayan como uno esperaba y deseaba. No siempre tenemos la capacidad de reaccionar y responder ante personas y circunstancias como sería apropiado y, lamentablemente, no siempre somos conscientes de lo mal que lo hemos hecho y el mal que hemos hecho. Es por eso que yo recomiendo a todo el mundo en general y a los líderes en particular el establecer e introducir el ritual de la noche.
¿En qué consiste? En algo muy sencillo pero a la vez tremendamente profundo. Presentarse intencionalmente ante Dios y pedirle, tal y como nos indican los versículos del salmo, que proceda a un análisis en profundidad de nuestra vida, de cómo hemos vivido el día que llega a su fin. De no hacerlo así, no generamos reflexión, y si no esto no hay la posibilidad de aprendizaje y cambio. Muchos de nosotros podemos vivir un día tras otro sin proveernos de ese espacio de calma y reflexión donde permitimos a Dios que hable a nuestras vidas, genere en nosotros conciencia de cómo estamos viviendo y qué cambios espera de nosotros.
En ocasiones no es un proceso ni fácil ni cómodo. Se trata de estar total y completamente desnudo ante la presencia del Señor. Absolutamente vulnerable a aquello que desee decirnos y mostrarnos. De hecho, me lleva a pensar que eso fue, precisamente, lo que llevó a Adán y Eva a esconderse; le dijeron al Señor que estaban desnudos y, por tanto, tenían miedo. Es evidente que la desnudez física no era el problema -ya lo estaban antes-, sino más bien la moral y espiritual.
El salmista nos indica que hay tres grandes áreas que presentamos al Señor para ser analizadas: Primero el corazón. Recordemos que ese es el centro de control de nuestro proyecto vital. Aquí es donde se toman las decisiones se determinan los valores, se generan las motivaciones y actitudes. Le pedimos a Dios que nos muestre quién ha sido el que ha estado controlando y dirigiendo la vida durante el día sometido a examen; ¿Nosotros o Él a través de su Espíritu? Segundo los pensamientos. Aquí el análisis radica en toda nuestra vida interior a nivel de ideas, planteamientos, formas de entender y lidiar con la vida. Finalmente, la conducta, nuestras acciones y nuestras omisiones.
Sin este hábito diario de dejar que el Señor nos de retroalimentación estamos condenados a vivir sin tomar conciencia, sin generar descubrimiento y, por tanto, sin la posibilidad de cambio. Cerramos la puerta a oír la voz del Espíritu y desarrollar la capacidad de ser receptivos a la misma. Corremos, en definitiva, un grave peligro de ir a ciegas.
¿Cómo termina tu día? ¿Qué beneficios te reportaría introducir este ritual?
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