CONCIENCIA
Si de algo nos sentimos orgullosos es de que la conciencia nos asegura que nuestro comportamiento con todo el mundo, y particularmente con vosotros, ha estado presidido por la sencillez y la franqueza que Dios inspira. (2 Corintios 1: 12)
La conciencia es definida como: conocimiento del bien y del mal que permite a una persona enjuiciar moralmente la realidad y los actos, especialmente los propios. Hay diferentes tipos de conciencia, pero ese es otro tema. Cuando la conciencia de una persona es saludable ejerce juicios de valor, no solo sobre el comportamiento -la parte externa- sino también sobre las motivaciones, las actitudes, los valores y los pensamientos -la parte interna-. Dicen que antes de una determinada acción la conciencia susurra, durante la misma calla y, después, nos grita. No soy teólogo pero pienso que la conciencia forma parte de esa imagen de Dios que, aunque afectada por el pecado, todos nosotros todavía conservamos.
Precisamos de la conciencia para tener una guía moral. La Biblia nos enseña que el corazón del ser humano es engañoso. Nosotros nos podemos engañar fácilmente a nosotros mismos, justificar todo lo que hacemos o dejamos de hacer, encontrar atenuantes y explicaciones. Sin embargo, cuando la conciencia está sana no se deja engañar y emite sus juicios inflexibles y sin apelación posible. Ahora bien, la conciencia no es infalible en sus valoraciones. Como todo el resto de nuestra experiencia humana está afectada por el pecado.
Trataré de explicarme. Si bien hay una parte innata en nuestra conciencia, también hay otra que es cultural y fruto de la educación. Si yo me he criado en un ambiente donde me enseñaron que comer pescado es malo, probablemente cada vez que lo haga me sentiré mal y mi conciencia emitirá un juicio. Eso, sin embargo, no significa que esté haciendo nada incorrecto. La conciencia es como un software, sólo puede funcionar con la información previamente cargada. Que mi conciencia me absuelva no significa necesariamente que sea inocente; que me condene no implica que sea culpable. La conciencia necesita ser asistida e informada por el Espíritu Santo, solo de esta manera sus juicios serán precisos y acordes con la enseñanza de Dios. En la medida que la Palabra habite en nuestros corazones el Espíritu del Señor tendrá más y más contenido para alimentar a nuestra conciencia y permitir que emita juicios adecuados. De lo contrario, todo y que esta es necesaria y forma parte del equipamiento que Dios nos ha dado, no será del todo fiable.
¿Cuán sensible eres a la voz de la conciencia? ¿De qué modo la alimentas para que sus juicios sean fiables?
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