ECLESIASTÉS: HOY
Por eso, he descubierto que para el ser humano no hay más felicidad que disfrutar de sus obras, porque esa es su recompensa. (Eclesiastés 3:22)
Hay temas que son recurrentes en Eclesiastés y el disfrute de la vida es uno de ellos. Ya anteriormente el autor del libro había insistido en que ese disfrute es un don de Dios. Al leerlo de nuevo ha venido a mi mente, por asociación, el pasaje de Pablo escribiendo a los filipenses donde habla acerca del contentamiento. El lo explica como su capacidad de encontrarle sentido y plenitud a la vida al margen de cuáles fueran sus circunstancias. El afirma dos cosas importantes en ese sentido: La primera, que ese estado de satisfacción se puede experimentar tanto a las duras como a las maduras. La segunda, que ese tipo de actitud ante la vida no es innata, sino que más bien se aprende. Él mismo tuvo que aprenderlo y así lo indica.
Estamos demasiado acostumbrados a pensar que nuestra capacidad de ser felices y estar a gusto depende en buena medida -o en total- de las circunstancias que nos rodean y de que las mismas estén alineadas de forma favorable para nuestras vidas. Rara vez eso sucede, y cuando se da, acostumbra a ser de forma temporal, pasajera. Cuando la satisfacción, el contentamiento, esta en nuestro interior es cuando podemos experimentarlo no importa cuáles sean esas circunstancias externas. La Biblia afirma que el problema del ser humano hay que buscarlo siempre en su interior. Nuestra tendencia es culpar al exterior.
¿Con qué intensidad disfrutas de tus obras?
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