JESÚS, ACOGE
Y volviéndose a la mujer, dijo a Simón: — Mira esta mujer. Cuando llegué a tu casa, no me ofreciste agua para los pies; en cambio, ella me los ha bañado con sus lágrimas y me los ha secado con sus cabellos. Tampoco me diste el beso de bienvenida; en cambio ella, desde que llegué, no ha cesado de besarme los pies. Tampoco vertiste aceite sobre mi cabeza; pero ella ha derramado perfume sobre mis pies. Por eso te digo que, si demuestra tanto amor, es porque le han sido perdonados sus muchos pecados. A quien poco se le perdona, poco amor manifiesta. Luego dijo a la mujer: — Tus pecados quedan perdonados. Los demás invitados comenzaron, entonces, a preguntarse a sí mismos: “¿Quién es este, que hasta perdona pecados?”. Pero Jesús dijo a la mujer:— Tu fe te ha salvado. Vete en paz. (Lucas 7:44-50)
La iglesia institucional cada día tiene menos crédito a ojos de un número cada vez mayor de sectores de nuestra sociedad. Uno de los reproches que comúnmente se levantan contra ella es su carencia de un carácter acogedor. Juicio, rechazo y condena son percibidos por parte de aquellos que no conocen a Dios. Es como si los seguidores de Jesús hubiéramos olvidado quiénes somos y de dónde venimos. Tengamos amnesia respecto al hecho de que todavía somos miserables pecadores, vulgares enfermos espirituales en proceso de recuperación con constantes recaídas. Siempre pretendiendo ser lo que no somos. Intentando engañar a la sociedad y a nosotros mismos, porque a Dios no le damos gato por liebre. Todo eso contrasta con Jesús y su capacidad de acoger a la gente que nadie más osaba hacerlo. Plenamente consciente de quiénes eran y cómo venían sentían que podían acercarse a aquel hombre que tenía una capacidad infinita para mostrar amor y aceptación. Estos días estoy leyendo el libro "El evangelio de los andrajosos" de Brennan Manning. Creo que este autor refleja de forma tan magnífica el carácter acogedor de Jesús que simplemente reproduciré lo que ha escrito:
"¿Qué atrajo a María para que hiciera su hermoso acto de adoración? Creo que simplemente estaba abrumada por la belleza y la compasión de aquel atractivo hombre, ¡Jesús! Y me imagino que los ojos de este la llamaron: María, ven a mí. Ven ahora. No esperes a corregir tus errores y tener la cabeza bien puesta. No demores hasta que rescates tu reputación, hasta que estés libre de orgullo y lujuria, de celos y odio a ti misma. Ven a mí ahora en tu quebrantamiento y pecaminosidad. Ven ahora, con todos tus miedos e inseguridades. Te amaré tal y como eres, tal y como eres, no como crees que deberías ser. El creativo poder del amor de Jesús llamó a María Magdalena a considerarse a sí misma como lo hacía él, a ver en sí misma las posibilidades que él veía en ella. La vida de María representa la verdad central de que a través del amor es posible ser liberado de las profundidades más bajas a las alturas resplandecientes donde mora Dios. Mi amigo, no espere. Venga ahora, tal como es, a escuchar la invitación de él y a recibir su amor".
¿Qué implicaciones tiene para ti? ¿Qué respuesta genera en ti?
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